Paul Simon cerró la noche del sábado un círculo con la última canción de su último concierto, ofrecido en Nueva York. The Sound of Silence, escrita en 1964, catapultó al éxito mundial a Simon y a su colega Art Garfunkel como el dúo Simon & Garfunkel. Más de medio siglo después, Simon cantó el tema solo con su guitarra en un enorme escenario negro, con los ojos cerrados. Miles de personas guardaban silencio, muchos llorando. Tras la última nota se desataron las ovaciones y minutos de aplausos.
“¡Te queremos, Paul!”, gritó alguien. Simon miró al público durante un rato, se puso la mano en sobre el corazón y no pudo contener las lágrimas. “Significa más para mí de lo que creen”, aseguró. El concierto en el Flushing Meadows Corona Park, con las entradas agotadas desde hace mucho, fue también extraordinario para Simon, de 76 años. Era el punto final de su última gira, No será el fin de su carrera pero Simon no volverá a salir de gira.
El cantante decidió volver a casa pasa su último concierto. Simon creció prácticamente a la vuelta de la esquina de ese parque de Queens. “Bienvenido a casa” decía un cartel junto al escenario.
“Crecí a un corto viaje en bicicleta de distancia de aquí”, contó entre dos canciones. Los aviones que van al aeropuerto de La Guardia pasan tan cerca del parque que puede distinguirse de qué aerolínea son y Simon los saludó uno tras otro con un “¡Bienvenidos a Nueva York!”.
En el tema “Me & Julio Down By The Schoolyard” el público estalló al llegar a la frase “Goodbye to Rosie, the Queen of Corona”, que se refiere al barrio que se encuentra junto al parque. Luego entonó “Homeward Bound” mientras en una pantalla se proyectaban imágenes de su exitosa carrera. “Toma eso, instituto de Forrest Hills”, dijo en referencia a su antigua y cercana escuela. “Bueno, en realidad lo pasé bien ahí”, confesó. Durante tres horas Simon cantó temas como “Still Crazy After All These Years”, “50 Ways To Leave Your Lover” o “You Can Call Me Al”.
Todo en una atmósfera de profunda nostalgia. “Son tiempos extraños, ¿no?”, preguntó. “¡Resistan!”, pidió a sus seguidores. Llegado un punto, anunció una canción con la que siempre tuvo una “relación muy complicada”, pues la escribió y después se la dio a otros. “Ahora recuperaré a mi hijo perdido”, afirmó, para después cantar “Bridge Over Troubled Water” en una versión completamente nueva recibida con entusiasmo por el público. “Gracias, y gracias también a Aretha Franklin por su magnífica versión”, dijo el músico, honrando así también a la recién fallecida “reina del soul”. Pero Simon se mostró también obstinado, como de costumbre. Junto a su banda cantó muchas canciones poco conocidas de su carrera en solitario y de las más famosas hizo nuevas versiones, por lo que sus fans lo tuvieron difícil para cantar con él. También prescindió de muchos de los grandes éxitos que tuvo con Art Garfunkel, con quien lleva décadas enemistado. Por supuesto, no se cumplió el rumor de que Garfunkel podría acompañarlo en su último concierto. Ataviado con camiseta roja y pantalón negro, Simon se mantuvo fiel a sí mismo. Gustar a los demás nunca fue su prioridad.
No parece que eso molestase a sus fans. “Fue una noche maravillosa”, sijo Dona, que fue al mismo instituto que Simon y asistió al concierto con su marido y su hijo. “Y quizás sencillamente no era la noche para Art Garfunkel. Hoy hemos celebrado a Paul Simon”. A su alrededor hay gente de todas las edades, de la generación de Paul Simon pero también de sus hijos y sus nietos. Muchos acudieron con mantas para el suelo y carritos de bebé. “Mis padres escuchaban a Paul Simon, yo crecí con él”, explica Maria, de 34 años y originaria de Brooklyn. “Estaba claro que tenía que ir a su concierto de despedida. ¿Por qué debería ir a ver a cualquier grupo de moda? Paul Simon es el original”.
Fuente: La Jornada