Acueducto de San Felipe, muestra de la ingeniería del Oaxaca Colonial

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En 486 años de historia, la capital oaxaqueña tiene lugares, obras y construcciones que son muestra clara del pasado maravilloso que a lo largo de los siglos ha atesorado la Verde Antequera.

Una de estas edificaciones que ha sobrevivido al paso de los años, es el  acueducto de San Felipe, mismo que comenzó a construirse a mediados del siglo XVIII y que fuera terminado en el año de 1751. Desde entonces y hasta después del año 1940, surtió de agua a la ciudad.

La obra partía del pueblo de San Felipe para continuar por el barrio de Xochimilco, y el río Jalatlaco, en el sitio llamado “Pozas zarcas” (no pozas arcas, como comúnmente se les conoce, pues el nombre proviene del color claro del agua reflejándose ahí) o “La Cascada”, donde la obra muestra su máxima técnica de ingeniería de la época.

Esta es la parte mejor conservada gracias a la arquería  con la cual se solventaron las complicaciones que les presentó la pequeña barranca de Jalatlaco.

Se construyó en ladrillo y cantera verde (esta última tan común en estas tierras) y llegaba a la ciudad aprovechando los manantiales de las laderas del cerro de San Felipe, sitio que en otras épocas fuera ocupado como lugar de esparcimiento matinal por familias y la ciudadanía.

Arquitos de Xochimilco

Es un bello rincón colonial ubicado a nueve cuadras al norte del zócalo de la ciudad sobre la calle de García Vigil y termina en la caja de agua, en una esquina del atrio del templo del Carmen Alto, que aún existe y rememora la obra fechada en el año 1751.

Este parte del acueducto comprende aproximadamente 300 metros de longitud; es vistoso por sus muros de cantera verde y sobre todo, por sus arcos de medio punto, de ladrillo de barro cocido, bajo los cuales, los vecinos del barrio construyeron el acceso de sus casas.

Asimismo, este tramo de calle en el barrio de Xochimilco también se llama calle Rufino Tamayo, en honor al pintor oaxaqueño, nacido a unas cuadras del sitio.