Fieles católicos veneran al Señor del Rayo en la Catedral de Oaxaca

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Ana Julia Méndez

Como todos los años, cada 23 de octubre la Catedral Metropolitana de Oaxaca se viste de flores para la celebración en honor a una de las imágenes más veneradas por los oaxaqueños, el Señor del Rayo.

Desde muy temprano y a lo largo del día bandas de música interpretan diversas melodía y esta fiesta deja de manifiesto las tradiciones del estado.

Largas filas de personas se pueden observar, en espera de poder venerar al Señor del Rayo.

La crónica de este martes obedece a que hoy 23 de Octubre, Oaxaca conmemora a la imagen taumaturga de la Catedral Metropolitana, que la devoción y la fe de los oaxaqueños ha trascendido a los estados vecinos, que vuelcan su fervor en adornar con miles y miles de flores, entre ellas, las azucenas de un aroma singular, que llena el ambiente de reconciliación y paz espiritual en la hermosa Catedral, que bajo la advocación de la virgen de la Asunción, se terminó la primera construcción en 1544 y que en orden cronológico, fue la tercera que se construyó después de la de Tlaxcala, en 1527 y la de México, en 1530 de la Nueva España.

La primera catedral sufrió los temblores, por lo que en el año de 1553 y en los sucesivos de 1581, 1649 y 1680, se hicieron trabajos de reconstrucción y adaptación, continuando en los años de 1694, 1696, 1702, 1724, 1730 y 1736. Finalmente, en 1740, se termina de construir la actual Catedral, de una belleza inigualable con su portada unificada y con su estética definitiva, que los oaxaqueños admiramos y nos santiguamos al pasar por su portentosa fachada, en la cual admiramos la obra de los lapidarios oaxaqueños, pues en ella resalta el tablero con la alegoría de la Virgen de la Asunción, que llena la portada principal y en su remate principal, el Espíritu Santo.

La catedral ha sido testigo de acontecimientos de casi cinco siglos, y a la llegada del arzobispo Guillow y Zavalza en 1877, quien llegó como obispo y cinco años después fue nombrado primer arzobispo de Oaxaca; fue un excepcional arzobispo, que durante 40 años entregó toda una vida a embellecer, no sólo esta catedral, sino toda la diócesis de Antequera.

Informado el rey Carlos I de España y V de Alemania de que la pequeña iglesia a la que habían llegado el Obispo Juan López de Zarate, en 1537 carecía de elementos o reliquias, solicitó a su rey imágenes que le ayudaran en la evangelización de los naturales; el emperador le envió un cristo de buena manufactura y que al no poder llegar a Veracruz, el barco que la traía a Oaxaca se quedó en las costas del golfo, probablemente desembarcaron el cristo en Coatzacoalcos, hoy se sabe que el cristo se quedó en un pueblo llamado Otaltitlán, Veracruz, colindante con Oaxaca y a las orillas del río Papaloapam, ya que se opusieron los naturales a que el cristo siguiera su viaje por tierras de Oaxaca.