Revitalizan coreografía ‘El jardín de las delicias’

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En escena, cuerpos desnudos contraídos en su mayor expresión se apropian de un espacio minimalista. Su expresión es, a veces, de paz y tranquilidad, y, otras, de lujuria y pasión. Son cuerpos que se fusionan, se entrelazan en el deseo carnal, en el pecado terrenal. Es la humanidad sumergida en la inocencia de todos los placeres. La paz hecha carne. Hecha danza.

Se trata de la coreografía El Bosco. El Jardín de las delicias, a cargo de la Compagnie Marie Chouinard que da vida, en un sentido casi literal, a la obra pictórica de El Bosco. Es la materialización del óleo, hecho entre 1490-1500, con cuerpos reales y emociones que se perciben al compás suave de la música original del compositor Louis Dufort (Montreal, 1970).

Por primera vez la compañía quebequense presentará la obra en la Ciudad de México. Sólo dos funciones en el Teatro Esperanza Iris para celebrar el centenario del recinto ubicado en el Centro Histórico. Una pieza coreográfica que al tiempo de hacer un homenaje al pintor Jheronimus Bosch reflexiona sobre el presente. Sobre la humanidad actual recluida en un infierno.

En entrevista vía correo electrónico, la directora de la compañía, Marie Chouinard (Quebec, 1955), quien recién fue nombrada directora de la Bienal de Danza en Venecia, explica que el montaje respeta la narrativa visual de la obra, compleja en sí misma, pero también hace una lectura contemporánea de lo que hoy sería el paraíso y el infierno en el mundo.

La primera cosa que me golpea en el panel el Infierno es la enorme cara de Bosch, apenas riendo y observando la situación entera. Me pareció claro que esto no es el Infierno del cual El Bosco reflexiona aquí, pero sí es el mundo de  hoy, y que la pintura representa el camino del cual la humanidad vive sobre la tierra. Para este panel, decidí importar numerosos apoyos de mis trabajos anteriores y conversación sobre la creación y el mundo hoy”, señala quien fundó la compañía en 1990 y desde entonces ha producido más 50 coreografías.

La pieza fue una petición en 2016 de la Jheronimus Bosch 500 Foundation para conmemorar el quinto centenario de la muerte del pintor holandés. El estreno mundial ocurrió en Holanda ese mismo año, y desde entonces se ha presentado en diferentes ciudades de Europa, y esta es su primera ocasión en América Latina. “Es un trabajo más en el camino maravillosamente intenso de la creación”, describe, quien estuvo en México en 2013.

Construida en tres actos –cada uno representa un panel de la pintura– la coreografía inicia con la imagen central de la obra que le da título. Es El jardín de las delicias donde se muestra el mundo en ausencia del pecado original; una humanidad próspera, pacifica, inocente que sólo disfruta de los placeres más terrenales como el sexo en su sentido más puro. Sobre la tarima, mujeres y hombres semidesnudos juguetean con sus cuerpos, con pelotas gigantes de plástico, con herramientas tan simples como botes de metal.

En seguida, aparece el Infierno (el panel de la derecha en la pintura) donde la locura, la lujuria y el castigo se hacen presentes en una humanidad condenada a su maldad, a su pecado. La propuesta de la coreógrafa es que éste representa al mundo contemporáneo. Es como El Bosco veía su presente y como ella lo encuentra aún hoy, 500 años después de la muerte del pintor. Una sociedad condenada: “En esencia, la sociedad humana no ha cambiado durante milenios”, señala la también fotógrafa y directora de cine con premios como el Bessie Award (New York, 2000) el Positano Choreographer of the Year Award (Italy, 2016) y el Walter Carsen Prize for Excellence in the Performing Arts (Canada, 2016).

La narración termina con el Paraíso entendido éste como el momento en que Jesús presenta a Eva y Adán. Es El Jardín del Edén donde tiene protagonismo el Árbol de la vida y el Árbol del bien y del mal. El resto son señales de la paz paradisíaca que suele interpretarse como aviso del pecado. En suma lo que El Bosco pretendió mostrar, de acuerdo con la coreógrafa, es que “en la vida hay sólo una experiencia humana”.

Chouinard cuenta que el ejercicio de trasladar la pintura al escenario fue no sólo interpretativo de los elementos gráficos, sino reflexivo sobre lo que podía en realidad suceder si las imágenes fueran reales. Una lectura de la pintura como si ésta retratara una realidad.

“Comenzamos involucrando nuestros cuerpos en cada una de las posiciones de los cuerpos humanos como se ven en la pintura, y nos preguntamos: ¿qué sienten esas personas?, ¿cuál es el espíritu detrás de esas posturas?, ¿cómo nos sentimos en esas posturas? Descubrimos que la mayoría de las veces, incluso en el panel llamado Infierno, la gente es pacífica, tranquila y contemplativa.

Al ver el tríptico como una instantánea de un inmenso evento comunitario, con tanta gente involucrada en una gran variedad de acciones a veces extrañas e incómodas, también nos preguntamos: ¿cuál podría haber sido su movimiento justo antes de ese momento y qué podría haber tenido ese movimiento?”, describe quien también realizó el diseño de luces y vestuario.

Para ello, si bien hay muchos elementos en la pintura por representar, Chouinard se concentró en los cuerpos. Su movimiento, su expresión, su significado: “Aunque en la pintura haya tantos pequeños monstruos, y de todos los tipos, pequeñas criaturas extrañas, yo enfoqué toda mi atención en los cuerpos humanos. ¡Cientos de cuerpos! Todos desnudos, todos irradiando calma”.

No es la primera vez que la compañía produce espectáculos a partir de una referencia artística. Por ejemplo, destaca Preludio a la siesta de un fauno de Claude Debussy que Chouinard hizo a partir de unas fotografías en las que Vaslav Nijinsky bailaba esta pieza. También es famosa la pieza La consagración de la primavera de Igor Stravinsky.

En El Bosco, la artista encuentra a un pintor contemporáneo en el sentido de las lecturas que ofrecen sus obras: “Aprecio el espíritu libre de El Bosco, su gran inteligencia, su humor, su amor por la humanidad, su profundo conocimiento de la condición humana y la contemporaneidad absoluta y eterna de su trabajo”.

Fuente: Excélsior