“¡Buenas noches, Méxicooo!”. Vestida de superheroína, con un buzo negro, peto y botas rojas hasta las rodillas, coleta al viento. 160 mil entusiastas, dicen las autoridades, elevan su estatura cinco centímetros y hay que recurrir a las pantallas gigantes para ver a la artista española. La gente estaba ready desde el pasado 10 de abril, cuando el gobierno de la ciudad anunció el concierto que se había guardado en secreto. Desde ese día, todo el país ha sido un poco Motomami.
A su espalda, la catedral; a su izquierda, el Palacio Nacional; al frente, el Ayuntamiento y a la derecha, decenas de personas han poblado los balcones como en una noche de fiesta. Un escenario monumental y gratuito que ha regalado este viernes el clima perfecto que luce la capital mexicana diez meses al año.
La cantante española se mueve como terremoto, canta y bebe agua, sin abandonar nunca la mirada a la cámara. “Esta plaza siempre tan bonita, pero con todos vosotros aquí ya me termina de enamorar”, dice Rosalía. El gesto más emotivo comienza cuando la artista entona los acordes de La llorona y el auditorio se conmociona.
Después, ella misma parece llorar, se seca con una toalla, la agita y la lanza al público. “¡Rosalía, Rosalía!” La artista va intercalando canciones antiguas —de antes de ayer, vaya— y de hoy. “¿Dónde están mis motomamis?”. La plaza ruge como un jaguar satisfecho.
Al ratito de salir al escenario, alguien le lanza el famoso muñeco de unas farmacias mexicanas, un médico de peluche que otros grandes artistas han recibido en los escenarios de este país, pero el momento cumbre aún no ha llegado. Si Celia Cruz movía a las masas con su ¡azúcar!, Rosalía lo ha cambiado para México: “¡Aguachile! Lo he intentado y no sé cómo me salió, pero no desisto.”
En las últimas semanas, la artista pidió la receta del aguachile mexicano que había probado y le encantó. Cocineros de fama mundial entregaron sus fórmulas en internet. La alusión gastronómica no podía faltar.
Poderío en el escenario. Rosalía agradece a México el apoyo que le dio hace un tiempo y México agradece a Rosalía su energía roja en esta noche de abril. La cantante ofrece sus canciones a cachitos en un concierto que va a durar hora y media, lo justo, no se puede dar más gratis.
Horas antes del concierto todavía flotaba la pregunta de quién pagaría ese concierto y cuánto costaría. Todo ello obligó a la promotora Ocesa a informar de que Rosalía montaba el show “sin ningún tipo de beneficio económico con la intención de retribuir el cariño y amor por el público mexicano que la ha apoyado desde los inicios de su carrera”.
La gran plaza de la capital mexicana acostumbra a recibir a grandes cantantes que el público puede disfrutar de forma gratuita. Por ahí han pasado Paul McCartney, Roger Waters, Shakira o el Grupo Firme, que reunió a unas 280 mil personas. Más recientemente ofrecieron sendos conciertos Silvio Rodríguez o Joan Manuel Serrat.
En esta ocasión se había especulado con la presencia de Bad Bunny, que actuó en México en diciembre envuelto en un escándalo de fraude por la venta de entradas en TicketMaster, que dejó a miles de personas sin poder entrar. Esa era la razón de que el Gobierno capitalino quisiera compensarlos trayéndolo al Zócalo.
Sin embargo, ha sido Rosalía, y las expectativas con el concierto subieron a las nubes. Un día antes se publicaron en la red fotos de la española en un gimnasio y ella misma envió un mensaje para calentar motores. “México, ¿estamos ready para mañana?”. Hubo más fotos, en el avión, con su novio, Rauw Alejandro, en fin, como se hacen hoy en día estas cosas.
Las expectativas son la clave de la felicidad. Para no defraudarla, ante el aluvión que se esperaba, las autoridades dispusieron 18 pantallas gigantes a lo largo de las avenidas principales que conducen a la plaza, para la comodidad de los mayores, de los niños, de todos.
Vía El País