“Comunidad práctica”, base del aprendizaje de la música en Tlacochahuaya

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La tradición musical en el municipio de Tlacochahuaya, Oaxaca, inició en las capillas de música del siglo XIX, donde los capellanes y ministriles educaban en el estudio del órgano; sin embargo, fue hasta inicios del XX cuando surgieron las primeras bandas de viento, así lo explicó la investigadora de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca (UABJO), Soledad Hernández Méndez, al participar del seminario en línea “Antropología, historia, conservación y documentación de la música en México y el mundo 2023”.

En la actividad académica, organizada por la Secretaría de Cultura del Gobierno de México, a través del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y de su fonoteca, la cual buscan difundir el mosaico de expresiones que integran nuestro rico patrimonio sonoro, la especialista se refirió al modo de aprendizaje en la Banda de Viento Infantil y Juvenil de San Jerónimo Tlacochahuaya, ubicada en los Valles Centrales.

Las bandas de viento pioneras de la comunidad, expuso, fueron impulsadas por personas como Romualdo Blas Morales, quien organizaba a los músicos para amenizar con sones y jarabes las fiestas religiosas: por la mañana eran campesinos y por la tarde se reunían a ensayar, fue así que surgieron los núcleos comunales enfocados en la preparación artística.

Esa forma de organización se ha mantenido a través del tiempo y es la base para el conocimiento musical en niñas, niños y jóvenes de este municipio oaxaqueño, un tema propio del Constructivismo, el cual el psicólogo soviético Lev Semiónovich Vygotsky, denominaría “comunidad práctica”, en la que todos aprenden de todos.

La académica de la UABJO observó que esa teoría de aprendizaje era visible en la citada banda infantil-juvenil, por lo que realizó un trabajo de campo, de 2005 a 2007, y se percató que las y los niños llegan por convicción a la casa de música para aprender a tocar el instrumento de su agrado; comienzan a los seis años de edad con solfeo, después la práctica y, finalmente, la especialización.

 “Los muchachos aprenden a reconocer los sonidos a partir de ser espectadores cautivos en bodas, bautizos y funerales donde se ejecutan las músicas de viento. Al integrarse con los demás compañeros forman una ‘comunidad práctica’ donde cada uno comparte su conocimiento o experiencia”, indicó la investigadora.

La música en este municipio se sostiene con el apoyo de las familias, quienes se encargan de organizar festivales o rifas para adquirir los instrumentos de sus hijos; los muchachos, en tanto, editan sus fonogramas y graban videos. 

Por otro lado, añadió, los maestros les enseñan a cantar las partituras para que puedan memorizarlas, porque al momento de tocar en calendas, procesiones o cofradías, es imposible usar atril; además, brindan las bases para que los infantes escriban sus composiciones y hacerlos autodidactas.

Hoy en día, gracias a la ayuda mutua, los niños, niñas y jóvenes adaptan un mecanismo de aprendizaje que va de acuerdo con sus virtudes, y son capaces de interpretar solos de trompeta, trombón, percusiones y temas complicados como La danza de la pluma, autoría de Romualdo Blas.       

Para finalizar, la experta en música antigua refirió que, en 2009, se unieron las bandas infantil-juvenil y Zuny, para originar el ensamble “Amigos de la música”, dirigido por Simón Sánchez Ángeles y José Ángeles Martínez; este último, tiene bajo su resguardo el repertorio del señor Blas Morales.

El seminario en línea “Antropología, historia, conservación y documentación de la música en México y el mundo 2023” se transmite los martes, a las 17:00 horas, a través del canal de la Fonoteca del INAH en YouTube. La próxima conferencia será este 7 de febrero, a cargo de la etnomusicóloga zapoteca Taly Gutiérrez Ríos, con el tema De Belén a Milpa Alta: La danza de pastoras de Santa Ana Tlacotenco.