Volver al barrio

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Hay libros que atrapan desde la primera oración, el primer enunciado, el primer párrafo. Que toman de la mano al lector y lo llevan tierra adentro, extramuros. En ese tránsito conocen la ventisca contra la cara, el vértigo de viajar en la orilla del colectivo, o pegados a la ventanilla del subterráneo aspirando los aromas urbanos, intentando conectar con los ojos y encontrar para salir y volver al barrio… ¿con el alma en un hilo?, o vuelto malevo “a prueba de hachazos…”.

Si Francisco sale del barrio, esto es, de Lanús con mil pesos robados, es Adrián quien vuelve a Lanús para resolver un misterio derivado del mensaje en la contestadora que en su casa, –estudio y dormitorio a la vez— le ha dejado Francisco que a diferencia de Adrián, un ex prospecto no muy afortunado de Racing, se ha quedado en Lanús. En ese Lanús que es el barrio de Sergio Olguín (nacido Sergio Santiago Olguín Pazos en 1967) y que forma parte de la provincia de Buenos Aires dividido en Lanús Este y Lanús Oeste. Y es Lanús, precisamente el título de esta novela de un autor que por años ejerció como periodista hasta que en un tránsito natural  y afortunado se instaló en definitiva como escritor, vale decir, como escritor de alto registro cuyas obras acompañan al hombre de la calle lo mismo en el colectivo que en el café que en casa.

Se lo dijo así a Nahuel Gallotta en una entrevista para Clarín: “El escritor acompaña al lector cuando va al médico, cuando viaja en colectivo. Uno se siente mejor si lleva un libro. Esos lectores me decían que mis libros habían sido importantes en sus vidas” y agrega: “Me siento un autor popular, pero de minorías. No tengo un público masivo. Me refiero a popular en cuanto a lo diverso. Creo que me lee la tía y el sobrino, el profesional y el carpintero. Y cualquier lector que busque en la literatura un momento de diversión. Mi principal meta es que el lector no se aburra, que no suelte el libro. Porque hay libros muy bien escritos, pero que aburren”.

Y si algún libro de Olguín no aburre es Lanús, el apasionante relato de una vuelta al barrio por parte de Adrián tras el mensaje de Francisco. Y volver no es sólo reencontrar las calles, los amigos, la añeja amistad que el tiempo pareciera no haber tocado hasta que Adrián descubre que aquel grupo infantil que lo mismo jugaba al fútbol que sabía de la existencia de los marcianos y sus abducciones, de calles polvosas y límites infranqueables ha cambiado, y ha cambiado mucho y ha cambiado para mal. ¿Para mal? ¿Había acaso alternativas?

Se trata de una novela, Lanús, cuyos registros sociales, humanos, policiales y sus alusiones francas o veladas a lo mejor y lo peor –si es que lo peor y lo mejor realmente existen— del género humano conmueven por su hondura, remueven por su dureza, sorprenden por su construcción en una serie de vueltas de tuerca que preparan un final alucinante, complejo, explosivo que prepara el gran final, ese final que de a poco se ha ido anunciado por la pluma de Olguín y que el lector pregunta si pasará o no pero que al final decide ¡qué diablos!, que pase y pasa de manera tan natural que la relectura de los últimos párrafos se va imponiendo para convencerse de que sí, que la última vuelta de tuerca el texto es colosal, sorprendente; que su conclusión y el camino que conduce a ésta es inesperado, maravilloso, natural e inevitable.

Lanús data, según los registros disponibles, del año 2002; Tusquets la editó en España en 2008 y por alguna razón la encontré ese año o acaso al siguiente en la isla revuelta de una librería en el centro de la Ciudad de México y viajo conmigo hacia mi ciudad que… “siempre es la misma. Otra no busques/ –no la hay—,/ ni caminos ni barco para ti” dice Kavafis en uno de los dos epígrafes que invoca Olguín en la apertura de Lanús que ahora bajo el sello de Alfaguara circula nuevamente. Ganará sus lectores como en el origen los ganó bajo el sello de Tusquets por una razón que de tan compleja no deja de sorprender por su profunda raíz iniciática. Porque todos tuvimos alguna vez amigos, heridas, dudas o intentamos jugar al futbol o visualizamos platillos voladores o supimos de historias que a muchos kilómetros de distancia Sergio Olguín narra con precisión y que suceden en el barrio sea Lanús o sea otro para demostrarnos que cada día trae en sus alforjas un asombro diferente. Ese es el gran valor de la literatura: demostrar que las cosas que pasan, mal pasan o bien pasan en el mundo, caben en el vértigo de Lanús, la memorable novela de este laburante de la literatura que sabe, y sabe bien, que el escritor es, ante todo, un trabajador y que como todo trabajador tiene derechos. Y el primero de ellos es ser leído, releído y vuelto a leer. (Sergio Olguín, Lanús, Tusquets editores, Barcelona, España, 2008, 279 pp.).

Columna Anaquel de Omar González