Una memoria compartida

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Existe una bibliografía inabarcable y acaso infinita al respecto de Jorge Luis Borges; un laberinto de espejos que multiplica las palabras del poeta que son siempre nuevas aunque en apariencia sean las mismas. Un evangelio laico, fluente; el río de Heráclito vuelto literatura en poemas, ensayos, cuentos y en los muchos diálogos que a lo largo del tiempo Borges sostuvo con quienes tuvieron el privilegio de tratarle, conocerle o intimar con él de manera temporal o permanente y dejaron testimonio de ello.

Dialogar con Borges era “un regalo espiritual para el interlocutor” señaló María Esther Vázquez en Borges Sus días y su tiempo, libro al que añade el subtítulo de Conversaciones y que reúne los diálogos que en diversos momentos sostuvo el poeta con la escritora bonaerense. Del trabajo conjunto que desde 1959 desarrollaron surgieron, firmado por ambos, los tomos de Introducción a la literatura inglesa (1965) y Literaturas germánicas medievales (1966) editados con un año de diferencia.

En algún momento, escribe María Esther Vázquez para la edición de 1999, “yo misma me quedé sin ejemplares”. Cuatro o cinco años de aquel año, “El azar, si es que realmente existe, dispuso que […] encontrara tres en la Librería Follas Novas de Santiago de Compostela”. Volvió con los ejemplares a Buenos Aires y los guardó en un armario hasta que en 1999 llegó el momento de “volver a ofrecerlo a los amigos de Borges” en el centenario del nacimiento del poeta de Palermo.

Borges Sus días y su tiempo fue un libro hecho de tiempo. Su origen radica “en parte a una aventura que iniciamos muchos años atrás, cuando nos llevaron a Radio Municipal Virgilio Tedín y Ricardo Constantino, sus directores”. La Radio Municipal de esa época, que había iniciado transmisiones el 23 de mayo de 1927 con Rigoletto de Verdi, emitía su señal desde “un sótano del Teatro Colón” que se inundaba “cada vez que lloviznaba” obligando a utilizar cajones y tablones a manera de puentes. “Borges caminaba sobre esos tablones y […] cada tanto hundía el bastón a un lado y otro del endeble puentecito, tratando de tantear el fondo del efímero lago artificial”.

Que la entonces llamada Radio Municipal transmitiese desde uno de los sótanos del Colón no era mero capricho. Había nacido a instancias de Regina Paccini de Alvear, esposa del entonces Presidente Marcelo T. de Alvear quien “El 28 de diciembre de 1923 se firmó un decreto que autorizaba la creación de una emisora para difundir oficialmente “La Temporada de óperas y Conciertos desde el Teatro Colón”, bajo la sigla Los Broadcasting Municipal” tal y como señaló Mariano Blejman en el aniversario 75 de la Radio Municipal (https://www.pagina12.com.ar/diario/cultura/7-5442-2002-05-23.html).

Fue en los inicios de la década de 1960 que Virgilio Tedín y Ricardo Constantino llevaron a Borges a la radio. “Ricardo Constantino, responsable artístico, se daba el lujo de poner a Antonio Porchia a leer sus Voces y Jorge Luis Borges y Ernesto Sábato eran los “charlistas”. Marcos Mundstock dio allí sus primeros pasos. También estuvieron Eduardo Mallea, Victoria y Silvina Ocampo, Olga Orozco, Ricardo Molinari, Carlos Mastronardi, Alberto Girri, Roberto Aulés, Ángel Battistesa, Pablo Neruda, Julio Cortázar y Gabriela Mistral”. Fue “la época de oro” dice Blejman. Y Borges estaba ahí. El momento sería inmortalizado, obra del tiempo, en Borges Sus días y su tiempo, un remanso de opiniones tejidas al calor de la amistad.

La materia de las conversaciones entre María Esther Vázquez y Borges “es un diálogo cómodo entre dos amigos que, desde una fecha ya algo remota, se conocen y se quieren. Un diálogo, creo, no tiene obligación alguna de ser un modo verbal de la esgrima, juego de asombros, de tintas y de vanidades; es la investigación conjunta de un hecho o la recuperación de compartida memorias…Su elaboración ha sido un placer para mí –un placer y no pocas veces una sorpresa-, porque no sabemos todo lo que sabemos o todas las opiniones que profesamos”.

En esta afirmación, contenida en el prólogo del libro se centra la riqueza mayor de éste. Revisarlo, leerlo, tratar de comprenderlo, de retener la luz que reflejan los múltiples espejos que son siempre las palabras de Borges, sus ensayos, sus poemas, sus cuentos suponen un reto que ningún lector de Borges puede dejar de lado. Borges es “él y todos sus personajes, múltiple y singular: Laprida con el íntimo cuchillo en la garganta, la vengadora Emma Zunz, la gota de lluvia detenida en una mejilla, las translúcidas manos del judío, Matilde Urbach, el Aleph…” escribe María Esther Vázquez el 15 de junio de 1986 cuando a través del teléfono sabe de la muerte de Borges. Y agrega: “…no somos nosotros los que perdemos a los que se han ido. Son ellos quienes se alejan y nos abandonan a la aridez rutinaria de los días”.

María Esther Vázquez (1937-2017) nació y murió en Buenos Aires; autora de cuentos, novelas y biografías notables publicó, bajo el sello de Tusquets, Borges, esplendor y derrota y en Seix Barral (2002), Victoria Ocampo. El mundo como destino. (María Esther Vázquez,  Borges Sus días y su tiempo (Conversaciones), Tajamar Editores, Santiago, República de Chile, 2010, 389 pp.).

Columna Anaquel de Omar González