Peligra la Casa Argentina en París, símbolo de mayo del 68, denuncia cineasta

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Hace 50 años, en la Casa Argentina que se encuentra en París, Francia, los latinoamericanos encontraron una patria.

Por eso, ahora, resulta preocupante el desa-lojo de estudiantes a quienes no se les renovó su estancia, ocurrido hace unos días, y las noticias acerca de una posible venta del recinto, considera el cineasta y productor Jorge Denti (1943, San Martín, Argentina).

El realizador, quien radica en México desde hace tres décadas, fue uno de los protagonistas principales de la ocupación de la Casa Argentina de París durante el movimiento estudiantil conocido como el mayo francés, en 1968, el cual contó entonces con el apoyo de reconocidos intelectuales, entre ellos el escritor Julio Cortázar.

En entrevista con La Jornada, Denti explica que es terrible que hoy día, cuando en Argentina hay un gobierno democrático, entre comillas, pero elegido y votado por la gente, bajo el mandato de ese presidente esté ocurriendo lo que sucedió hace unas semanas, y circulando noticias de que se va a vender ese espacio.

El pasado 27 de junio se celebraron los 90 años de la Maison de l’Argentina, inaugurada en 1928 en la Ciudad Universitaria parisina, frente al parque Montsouris.

No sólo es un símbolo del mayo francés del 68, insiste Denti, incluso en los momentos más miserables de los gobiernos argentinos siempre se respetó la casa como un pie a tierra de los estudiantes latinos en París. Pero la incultura, la incapacidad y la brutalidad del gobierno actual argentino están permitiendo que se venda.

El productor del documental Cortázar, dirigido por Tristán Bauer, recuerda que en 1968, “sin importar donde habíamos nacido, en la Casa Argentina éramos latinoamericanos. Mexicanos, argentinos, brasileños, ahí pasamos a ser la gran patria de Bolívar, porque casi todos teníamos la misma lengua.

“Dejamos atrás los localismos, las cosas chovinistas y caminamos en esa idea de que somos América Latina. Eso fue posible porque se desarrolló una convivencia con artistas e intelectuales, ahí estuvieron los grandes pintores de aquella época: el chileno Roberto Matta, quien realizó un mural en la casa, el escultor y pintor Antonio Seguí, escritores, bailarinas, caricaturistas, hombres de teatro, diseñadores, todos teníamos que participar en todo.

Principalmente, teníamos una relación con las fábricas, con otros lugares, pues la Sorbona estuvo cerrada dos semanas. El presidente Georges Pompidou tuvo que abrirla después porque se le estaba quemando París. Fueron tres semanas de esplendor para nosotros, que lo hicimos más largo, pero lo fuerte fue durante la segunda quincena de mayo y la primera semana de junio.

Jorge Denti recuerda aquellos años como una experiencia única, en la que hasta “los franceses cambiaron su trato con nosotros los latinos, nos regalaban cigarrillos, hubo afinidad, fue una explosión generacional.

No teníamos un peso, pero la ciudad universitaria seguía funcionando, de alguna manera, inyectada por la gente del comedor universitario, donde se comía algo al medio- día, algo en la noche y lo que la solidaridad de la gente nos daba.

Todo comenzó a principios de mayo de 1968, continúa el cineasta, cuando un grupo de argentinos hizo una convocatoria a sus compatriotas que estudiaban en la Sorbona para que tomaran la Maison de l’Argentina, “pues ya habíamos ido a apoyar a los compañeros españoles, en la ocupación de la casa de España, cuando en ese momento tenían de presidente a Francisco Franco.

“En Argentina vivíamos una dictadura militar (encabezada por Juan C. Onganía), y la casa en París era elitista, para los estudiantes que tenían dinero o relaciones con el gobierno. Entonces lo hicimos, la tomamos y la nombramos Casa Ernesto Che Guevara, pero no fue fácil, había resistencia, porque la burguesía argentina mandaba ahí a sus hijos.

“Entonces llamamos a Julio Cortázar, le dijimos: ‘Querido Julio, tomamos la casa, le pusimos Che Guevara y queremos que tú seas el presidente’. Nos respondió: ‘voy para allá’. En una hora ya estaba con nosotros, y ahí respiré, porque él ya era uno de los grandes intelectuales jóvenes del París latinoamericano.

Julio abrió la Casa Argentina a una gran actividad para convertirla en el centro cultural de la universidad francesa. Ahí aprendimos que la revolución nunca duerme. No hay tiempo.

Por eso, concluye Denti, los latinoamericanos debemos fortalecernos entre nosotros, porque estamos siempre esperando de Europa, o del norte, y es una debilidad. La fortaleza está entre nosotros, ya lo vivimos. Esa es la gran lección del 68.

Fuente: La Jornada