Como ocurrió el pasado jueves con la proyección de la película Roma, de Alfonso Cuarón, el domingo el Complejo Cultural Los Pinos fue nuevamente desbordado por la multitud que acudió al concierto en el que la Orquesta-escuela Carlos Chávez interpretó Carmina Burana, una de las obras del mundo clásico
con más arrastre popular.
Estimaciones iniciales de los organizadores preveían una afluencia de entre mil 500 y mil 700 personas. Sin embargo, la cifra oficial quedó al final en 2 mil 500 asistentes.
Fue un concierto singular el que tuvo lugar en el escampado que funcionó como helipuerto cuando este inmueble albergaba la residencia oficial de los presidentes de la República, hasta el pasado 30 de noviembre.
Si algo prevaleció fue un ánimo festivo, jubiloso, entre ese inusitado y variopinto público en términos de edad, sexo y condición social. La mayoría acostada sobre los petates disfrutaba de la refulgente obra de Carl Orff al tiempo que hacía lo propio con el plácido sol invernal que bañó la ciudad durante gran tramo de la tarde.
Algunos pequeños aprovechaban el momento para correr por el césped, saltar o echarse marometas, mientras una que otra pareja utilizaba esa vibrante atmósfera sonora para prodigarse en besos y una que otra atrevida caricia.
Celulares en mano, hubo quienes videograbaron gran parte de la actuación de los noveles músicos, mientras otros, sin importar edad ni sexo, dieron rienda suelta a diversas poses y muecas para hacerse infinidad de selfies.
La tónica prevaleciente, sin embargo, fue de respeto y ánimo de convivencia. Solos, en pareja o familias completas, los asistentes se mantuvieron atentos y dispuestos a disfrutar del quehacer de la orquesta, dirigida por Eduardo García Barrios. Y una vez concluido el concierto, poco más de una hora después, reconocieron con estridencia y entusiasmo la actuación de los 110 atrilistas y 150 integrantes del coro.
Entre la concurrencia hubo quienes tuvieron su primera experiencia con esta música, como la señora Juana Martínez, quien vino de Texcoco de paseo a conocer dónde vivían los presidentes del país y decidió quedarse al concierto cuando la invitaron unas promotoras que se encontraban en el lugar. Estoy muy emocionada; es una música muy bonita
, dijo.
Espacio antes vedado
La interacción y el buen ánimo entre el público y el director Eduardo García Barrios quedaron establecidos desde que la orquesta salió a escena. El espigado músico, vía micrófono, no sólo dio una explicación somera y con bromas de los tres movimientos de la pieza en cuestión. También celebró que el pueblo de México pueda hacer suyo un espacio que hasta hace poco le estaba vedado.
“Hace dos semanas estábamos allá afuera y hoy estamos ya adentro. Poder hacer música es crecer a través de ella. Una orquesta y un coro son también una comunidad y creemos profundamente en el trabajo comunitario.
Éste es un concepto hueco si no se manifiesta en formas verdaderas de organización, crecimiento y colaboración de personas
, expresó el director, quien también anunció que con este concierto llegó a su fin un ciclo de cinco años con esa orquesta, con la perspectiva de continuar hacia el futuro.
Ni el partido decisivo de la final del campeonato mexicano de futbol que tuvo lugar también la tarde de este domingo fue obstáculo para que aficionados de hueso colorado del Cruz Azul decidieran asistir a este llamativo espectáculo musical.
Uno de ellos fue Héctor Cruz, empleado bancario, quien enfundado en su playera de su equipo asistió con su esposa, hijo, suegros y cuñado para conocer Los Pinos y, al mismo tiempo, disfrutar en vivo de Carmina Burana, una de sus obras favoritas.
Este concierto es una manera de redondear un domingo familiar, los horarios se acomodan para que una vez llegando a casa podamos disfrutar el partido
, comentó.
El señor Miguel Quiroz manifestó su beneplácito por que el nuevo gobierno federal haya abierto Los Pinos a la ciudadanía y lo destine a actividades culturales. Lo único que criticó fue que aún prevalezca mucha desorganización, así como desinformación.
Ese hecho, incluso, suscitó no pocas molestias entre decenas de visitantes y hasta fricciones con el personal encargado de dar acceso al complejo cultural.
Fuente: La Jornada