En México se debe reducir el riesgo de una credulidad ciega en las redes sociales. Todo es parte de la educación: que la gente sea más consciente y reflexione lo que ve, afirmó Fabián Romo, director de Sistemas y Servicios Institucionales de la Dirección General de Cómputo y de Tecnologías de Información y Comunicación (DGTIC) de la UNAM.
Si bien es difícil dejar de utilizar o ignorar las redes sociales, los usuarios pueden ejercer su criterio, usar otras fuentes de información, comparar y construir su propia idea de los hechos. Eso ayudaría a disminuir la posibilidad que el proceso electoral en nuestro país se vea influido por agentes externos con intereses propios.
En nuestro país, prosiguió, el nivel de penetración de la tecnología y el uso de las redes son distintos a los de Estados Unidos. Además, no todos los mexicanos tienen un teléfono inteligente, y sólo 70% de la población tiene conexión a Internet de manera permanente.
EL CAMINO FÁCIL DE LOS BOTS
No obstante, “instituciones como la UNAM, con su prestigio e historia, son las principales voces para hacer un llamado a la población, para que no se deje llevar, para que reflexione, piense, compare, y sólo entonces, después de un análisis, tome una decisión, en lugar de ir por el camino fácil de lo que digan 20 bots”.
Al respecto, Romo explicó que los bots existen desde hace años como usuarios falsos. En el caso de las redes sociales, la mayoría de éstos no son generados de manera automática, sino que hay empresas dedicadas a vender “seguidores”.
Hasta finales del año pasado, según estudios de universidades de Estados Unidos y Europa, se calculaba que no menos del 5% y hasta 15 o 17% de las cuentas en redes sociales no tienen a un humano detrás. La cantidad es variable; Instagram, por ejemplo, detectó en 2014 que había muchos usuarios “fantasma”, sobre todo porque había artistas, disqueras o promotores que compraban seguidores. Al hacer una verificación provocó que un artista canadiense, con cerca de 3.5 millones de seguidores, perdiera a la mitad de ellos, que no eran reales, sino bots.
Hoy, los bots no se limitan a engrosar el número de usuarios, sino que generan likes, e incluso comentarios que siempre se repiten. “Esto se ha convertido en un negocio”, afirmó Romo.
El caso de EU no fue el primero. El peso de los usuarios falsos ha sido muy importante en diversas campañas políticas, como la del brexit, que determinó la salida de Reino Unido de la Unión Europea; “se sabe que se generaron bots en otros países para incidir en la opinión de los votantes”.
Los bots son programados por las empresas con base en analítica social que estudia los perfiles y preferencias de la gente, como ocurrió con Cambridge Analytica y el escándalo de Facebook.
Los perfiles, los datos personales y no personales, los likes, los gustos y preferencias, así como la formación académica de la gente forman un cúmulo de datos importante para esas empresas, pues los analizan y sintetizan para determinar que en cierta comunidad el perfil educativo y la tendencia política es una. Si quieren revertir esa tendencia o reforzarla, ya saben qué tipo de mensajes deben hacer llegar. De ello se encargan los bots.
Por eso, los usuarios falsos o el software que genera esos mensajes afectan la credibilidad de las redes sociales, la transparencia o la confianza en lo que se publica. Todo ello ha provocado que algunos artistas y políticos limiten o eliminen su participación en las redes sociales.
REDES SOCIALES SON UN NEGOCIO; NO UN SERVICIO SOCIAL
Ellas no son un servicio social, sino un negocio, aclaró el especialista. Sus clientes no son los usuarios, sino los anunciantes que pagan por tener presencia. Internamente, Facebook, Instagram o cualquiera otra red social hace una analítica propia para presentar anuncios a la gente adecuada. “Ya saben cuáles son los usos y costumbres de cada persona, qué compra, cuáles sitios visita, qué cosas le interesan, los temas que llaman su atención y con base en eso le hacen ‘recomendaciones’, incluso de un candidato a un puesto de elección popular”.
Cambridge Analytica hizo un análisis más científico, más preciso, hasta de las fotografías que comparten los usuarios, para hacer sus perfiles psicológicos y establecer una comunicación que va más allá del marketing directo, convirtiéndose en uno personalizado.
“Como usuarios hay que saber que lo que se lee, se escucha o se ve en el ciberespacio puede ser verdadero o falso. Además, se deben cambiar regularmente las contraseñas, que no deben ser fáciles de adivinar ni compartirse con nadie para evitar el robo de identidad, lo que sí constituye un delito, a diferencia de los bots. Y lo más importante es tratar con cuidado lo que se dice y se publica, partiendo de simples preguntas: si es necesario decirlo, si es cierto y si no afecta a alguien, incluido ‘yo mismo’”.
La red profunda, o deep web, oculta a los buscadores tradicionales, contiene una enorme cantidad de información de las redes sociales, “gente que ni sabemos que existe trafica con nuestra información y la procesa para algún propósito.
Por eso, el origen del problema está en quién brinda la información. La buena noticia es que, así como tenemos el poder de cambiar de canal de televisión o de estación de radio, podemos dejar de publicar en las redes, o por lo menos, pensar mejor lo que compartimos”, finalizó Romo.
Fuente: Excélsior