La muerte en Latinoamérica; Fundación Kadist, ‘El presente, mañana’

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Sin mostrar imágenes explícitas de personas asesinadas o escenas violentas en México y América Latina, la curadora Magali Arriola propone explorar cuál es el papel de los “muertos en el mundo de los vivos”. En el sentido de plantear una investigación, desde la plástica, sobre la historia compartida en Latinoamérica que converge en los asesinatos de civiles por causas sociales, políticas o del crimen organizado.

La propuesta la hace a partir del proyecto El círculo faltante, que consiste en un programa de tres seminarios, tres comisiones a artistas y una exhibición colectiva en colaboración con la Fundación Kadist, con sede en París y San Francisco.

El programa parte de la experiencia compartida de la muerte que traza la historia de América Latina desde la época colonial hasta una modernidad aún no concretada. Una muerte que puede leerse como esclavos, desaparecidos, guerrilleros en Paraguay, Chile o Perú, lo mismo que los asesinatos en la guerra contra el narcotráfico en países como México y Colombia.

No es necesario, explica Arriola en entrevista, que en los seminarios o exhibiciones se muestren imágenes de un cadáver o un cargamento de drogas decomisado, sino basta con explorar la historia de cada país, su pasado reciente, para dar cuenta de ese estado de muerte constante.

“Hay ciertos rasgos de cierta historia política que compartimos, y pensando en la situación de México y de ciertos países como Brasil, Argentina o Chile en los años 60 y 80 lo que tenemos en común es precisamente esta presencia tan fuerte de los muertos”.

El proyecto –continua– explorará el papel que los “cadáveres contados” y los no contados tienen en el mundo actual, como víctimas de la violencia institucionalizada, y responsables de la obsesión por nuestros recuerdos de un pasado no fructífero que define las expectativas para el futuro. “La idea es ver cómo estas víctimas son las que pueden liderarse para generar un cambio dentro de la cotidianidad, las madres de los desaparecidos, los familiares de los asesinados, ellos tienen un poder”.

El programa inicia en la Ciudad de México con la exposición El presente, mañanaen el Museo Experimental El Eco, que se inaugurará mañana. Es una individual de la brasileña Carla Zaccagnini que explora las relaciones entre el Brasil moderno y su pasado colonial.

Zaccagnini cuestiona la fiebre del oro del siglo XVII y su relación con las figuras del esclavo, el mártir y el traidor, y toma de la historia relatos míticos que son traídos al presente para abogar por el modernismo.

La segunda comisión es del artista Naufus Ramírez Figueroa (Guatemala, 1978) quien presentará una investigación sobre la guerra civil en su país a partir del performance y la escultura; se presentará en un recinto de Guatemala.

Y la tercera exhibición será del colectivo Rometti Costales integrado por los artistas Julia Rometti (Niza, Francia, 1975) y Víctor Costales (Minsk, Bielorrusia, 1974), quienes ocuparán el Museo de la Solidaridad Salvador Allende en Chile.  En el marco de cada individual, se realizará un seminario para teorizar sobre los temas de las exposiciones.

El programa terminará en el verano de 2019 en el Museo Amparo de Puebla con una exhibición colectiva curada por Arriola en la que se conjugarán piezas de la colección Kadist con obra de otros acervos públicos y privados para evidenciar la presencia de los muertos en el intento de modernidad en América Latina.

“Esto no quiere decir que el proyecto final sea un análisis histórico ni cronológico de estos fenómenos, pero me gustaría trabajarlo a nivel de fábula y como si uno leyera una ficción y puede detectar ciertas constantes que tienen significado especifico político”.

LAS CAMPANADAS DE BRASILIA

El proyecto de Carla Zacagnini toma relatos del pasado colonial de Brasil para tratar de entender el presente en que se vive. Recibe al espectador con la sala principal del museo vacía. La falta de objetos se entiende cuando el espectador debe poner toda su atención en las campanadas que suenan de manera frecuente desde bocinas.

La artista cuenta que el repique de la campana lo grabó de una de las primeras capillas de Vila Rica en Brasilia. La campana fue la que anunció el 21 de abril de 1960 el nacimiento de la capital brasileña saturada de esperanzas de modernidad. Un golpeteo que de pronto toma los ritmos africanos.

Este mismo repicar se escuchó en 1792 cuando se asesinó a José da Silva Xavier, dentista y oficial militar, considerado traidor a la patria portuguesa; personaje que años después se convirtió en héroe nacional.

Zacagnini refiere que el relato ejemplifica cómo el Brasil actual, capitalista, está sustentado en mitos y personajes del pasado. Un vínculo entre modernidad e historia que tiene una proyección sutil en el sonar de la campana considerado como un instrumento de poder católico.

En la siguiente sala, se montaron 17 libros en los que se hace referencia a la leyenda de Judas acuchillado. La artista cuenta que se trata de una escultura de Judas que se encontraba en una capilla y la gente le clavaba un cuchillo en los ojos de la pieza. En años recientes se rescató la obra y se convirtió en un símbolo del arte nacional de vanguardia. La exposición termina con una instalación de una vajilla de porcelana con ilustraciones de sitios emblemáticos de Brasil, pero decorados con detalles coloniales bañados en oro.

“Este trabajo tiene que ver con el Brasil moderno y la paradoja es que, al ser un país moderno, la sociedad regresa a algunos mitos y símbolos que tienen que ver con la cultura colonial”, apunta la artista, quien fuera asistente curatorial de la XXIV Bienal de Sao Paulo (1998) y curadora asistente del Museo de Arte Moderno de São Paulo (2001).

La propuesta de Zacagnini no refiere de manera directa a los muertos en Brasil por temas de violencia, pero se hace evidente la reflexión al momento de repasar la historia mítica del país: “Siempre he pensado que, para saber dónde estar parado actualmente, tienes que saber de dónde vienes, por eso me gusta trabajar con la historia o la arqueología”.

Fuente: Excélsior