El grupo de danza Ballets Jazz de Montrèal se fundó en 1972 y desde entonces se ha presentado varias veces en México, por el que tiene particular apego. ‘‘La compañía estaba aquí durante los sismos de 1985”, recuerda su director artístico, Louis Robitalle. Ahora regresan para participar en Danzatlán: Festival Internacional de la Danza.
La noche del miércoles ofreció la primera función en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris y este sábado a las 19 horas efectuará la segunda y última. ‘‘Son 14 bailarines en escena, todos con gran talento y habilidades con un programa al que llamamos ‘una mezcla’: tres coreografías, de tres creadores diferentes, y que es como una paleta de colores”, dijo Robitalle en entrevista con La Jornada,minutos después de presentar un fragmento de una de esas obras para que los fotorreporteros captaran un pedacito de lo que el público verá en el escenario.
Talento, habilidad y armonía
‘‘Abrimos –prosigue Robitalle– con O balçao de amor, de Itzik Galili, quien se basó en la música cubana de los años 60 del siglo pasado. Sigue un dueto, maravilloso, un pequeño diamante de Benjamin Millepied, llamado Closer, muy conocido en el mundo de la danza (uno de sus trabajos fue la coreografía de El cisne negro, película ganadora de un Óscar), con música de Philip Glass. Es un trabajo excepcional porque dura casi 20 minutos, no muchos duetos duran tanto tiempo y eso lo hace muy hipnótico. La música de Glass tiene una estructura muy arquitectónica, matemática y crea una pequeña burbuja durante la función. Es un momento muy especial.”
La pieza final es Kosmos, coreografía de Adonis Foniadakis, en la que participa toda la compañía. ‘‘Es de mucha velocidad, de mucha energía y muy atlética”, añade Robitalle, quien lleva dos décadas a cargo de la dirección artística de Ballets Jazz de Montrèal (BJM).
‘‘Comencé a bailar con BJM, después hice mi carrera en otras compañías y hace 20 años regresé a casa”. Desde su fundación Ballets Jazz de Montrèal ‘‘ha cambiado tanto como lo ha hecho la danza. Recuerdo muy bien que cuando nació, se creó una gran tormenta, y probablemente algo de irritación en el ámbito de la danza, que era un mundo clásico, moderno, folclórico y llegó esta agrupación con jazz.
‘‘Por supuesto 45 años después las cosas han cambiado tremendamente. Hoy es un ballet de danza contemporánea, pero me gusta más decir una compañía de danza fusión; todo el entrenamiento y el trabajo se basa en la técnica clásica pero lo combinamos con todas las vertientes de danza y teatro, y muchos movimientos atléticos.”
Hoy el arte dancístico, refiere Robitalle, ‘‘tiene comunión con otras disciplinas. Creo que eso ocurre no sólo en la danza, sino en todas las formas del arte. Nosotros buscamos esa comunicación con otras ramas, además del uso del cuerpo, que es nuestra herramienta; buscamos también en lo tecnológico, lo cual definitivamente es un reto, pero abre muchas más posibilidades. La danza, como han dicho en el pasado, es el lenguaje de los dioses.
‘‘Como soy una persona a la que no le gusta mucho hablar o dar discursos, puedo expresarme mediante el movimiento; todas mis emociones, de cualquier naturaleza, y me reta a buscar quién puedo ser, me da referencias y desafíos y trato de transmitir eso a los bailarines de la compañía.
‘‘Que sean ellos mismos. Creo que si una persona ve el desempeño de la compañía verá talento y habilidad, pero también cada una de sus personalidades. Son muy fuertes por sí solos y realmente armoniosos como grupo, muy comunicativos, muy generosos y esto es muy importante para nosotros. No olvides que estamos en México y cada vez que vengo siento que hay mucho interés por la danza. Todos aquí sienten la danza a través de la piel, los músculos, el corazón, para nosotros es fabuloso intercambiar esto. Creemos que tenemos una buena interacción y relación con México, la compañía ha estado aquí muchas veces desde hace 45 años, incluso estaban aquí durante el terremoto de 1985; yo no estaba con ellos entonces. Así que hay cierto apego con México.”
Fuente: La Jornada