Contrastan dos Méxicos: el de la gesta estudiantil del 68 y el de la olimpiada

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▲ Sofía Gabriel (de naranja), Sergio Rüed (con uniforme militar), Karla Kamarillo (en primer plano), Omar B. Betancourt (lentes oscuros), Jonathan Persan (saco blanco), Diego Garza (con cámara de video), Paulina Barrientos (de verde) y Emiliano Ulloa (con banda roja en la cabeza) actúan en el montaje de Olimpia 68.

¿De qué amnesia o silencio hablamos cuando un país parece haber olvidado –tan sólo 10 días después– la matanza de estudiantes del 2 de octubre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco? ¿Qué tanto se dieron cuenta los deportistas extranjeros de lo que había pasado en vísperas de los Juegos Olímpicos efectuados ese año en México?

Alrededor de esas interrogantes se reflexiona en la obra Olimpia 68, con dramaturgia y dirección de Flavio González Mello, que se estrenará el 23 de agosto en el teatro Julio Castillo del Centro Cultural del Bosque.

Se proponen dos Méxicos distintos: el que se vive durante el movimiento estudiantil del 68 y el que viven los atletas dentro de la Villa Olímpica.

‘‘Uno se ve reflejado en las crónicas y documentales sobre la olimpiada; distinto al de las crónicas sobre violencia, represión y persecución política: ese es otro México”, explica González Mello en entrevista con La Jornada.

Parecería que ambos, durante las intensas semanas de octubre de 1968, no se hubieran tocado, añadió. ‘‘La obra intenta encontrar esa zona donde ambos hechos se miran e incluso se intuyen. De manera indirecta se refleja y reflexiona así sobre la violencia y la represión”.

El texto se estrenó hace más de dos lustros, con dirección de Carlos Corona; ahora es González Mello quien lo lleva a escena con ‘‘un montaje completamente diferente”.

La historia gira en torno a un grupo de atletas que de manera paulatina se da cuenta de lo que pasa en el país. El espectador puede ver la fiesta deportiva desde la perspectiva de los estudiantes, quienes están siendo cruelmente perseguidos, y desde la de los deportistas extranjeros, quienes intentan cumplir su sueño que se presenta cada cuatro años con las Olimpiadas.

Silencio y amnesia

‘‘Uno de los temas es el silencio, la amnesia”, sostiene González Mello. ‘‘Lo que caracterizó ese momento histórico, más allá de la prensa que nada dijo, salvo sus honrosas excepciones, fue el silencio de un país. ¿Cómo fue posible que tan sólo 10 días después de la matanza de Tlatelolco, la sociedad o por lo menos un estadio olímpico lleno, guardara silencio?”, inquiere.

Las protagonistas de la obra son cuatro atletas mujeres, de varias nacionalidades y disciplinas deportivas, quienes comparten un cuarto en la Villa Olímpica, así como un par de estudiantes.

La trama entreteje las historias de las deportistas. Sus vidas personales y profesionales se entrecruzan, incluso con la vida de los estudiantes que huyen de la represión.

En su habitación se encontrarán con un estudiante golpeado en la cabeza, que no recuerda quién es ni cómo llegó ahí.

Olimpia 68 es también reflejo de esa ‘‘torre de Babel” que de cierto modo son las villas olímpicas.

Para el autor lo ocurrido en el 68 y los hechos político-sociales de años recientes son violencias distintas, ‘‘pues aunque en el pasado había un Estado autoritario y omnipotente, no había los grados de violencia que hoy se viven; además, la que hoy impera es resultado de la llamada guerra contra el narco.

‘‘Ocurre que nos hemos acostumbrado a que ‘así son las cosas’ y parecería que difícilmente van a cambiar. De cierto modo eso se pensaba en 1968. Que el gobierno no iba a cambiar.”

Con actuaciones de Omar Medina, Sofía Sylwin, Diego Garza, Jyasú Torruco, Sergio Rued, Omar Betancourt, Jonathan Persan, Emiliano Ulloa, Karla Camarillo, Tony Corrales, Paulina Barrientos y Sofía Gabriel, Olimpia 68 se estrenará el 23 de agosto; funciones jueves, viernes y sábado a las 19 horas, domingos a las 18 horas en el teatro Julio Castillo del Centro Cultural del Bosque (Reforma y Campo Marte, estación Auditorio del Metro). La temporada concluirá el 14 de octubre.

Fuente: La Jornada