Anaquel

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Eloy Marínez

La luz y las tinieblas

Por Omar González

En julio de 2014 Tomas Eloy Martínez, el periodista que se avino a ser escritor sin dejar de ejercer el periodismo concibiendo al oficio de contar como una zona de cruce de géneros, habría cumplido 80 años. Para recordar la efeméride, Alfaguara publicó Tinieblas para mirar, un compendio de elegancia literaria que reúne 14 historias, inéditas algunas, y otras ya publicadas pero dispersas en diversos diarios.

Nacido en la provincia de Tucumán en 1934 “se graduó en Literatura Española y Latinoamericana en la Universidad Nacional de Tucumán y en 1970 obtuvo una maestría en Literatura en la Universidad de París VII” se lee en la biografía que del autor se consigna en la página electrónica de la fundación Tomás Eloy Martínez. Sagrado, una novela donde el lenguaje es personaje central fue su primera obra.

Muchas más surgieron de su pluma al paso de los años. En 2015, a guisa de ejemplo, La novela de Perón y Santa Evita alcanzaron 30 y 20 años de sus ediciones pioneras y Alfaguara lanzó sendos tomos conmemorativos que se presentaron en la Feria del Libro de Buenos Aires ese año.

Las narraciones que componen Tinieblas para mirar recorren el camino que desde los años 60 del siglo veinte Tomás Eloy Martínez transitó casi hasta el final de su vida en 2010.

La fuente de los relatos la halló su hijo Ezequiel. Fue entonces que “junto con sus otros seis hijos” reconstruyó Tinieblas para mirar, “… su primer y único volumen de cuentos”, mismos que por otros caminos habían llegado a los lectores vía los diarios donde habían sido originalmente publicados o bien tras la inclusión de algunos en la antología La otra realidad, en la colección Tierra firme del Fondo de Cultura Económica en 2006.

Tinieblas para mirar compendia las narraciones del y desde el exilio; la obsesión temprana del autor por el destino itinerante del cadáver de Eva Perón cuyos ecos son reconocibles en algún capítulo de El Cantor de tango como bien se apunta en la nota posliminar de este libro deslumbrante a cada párrafo y en el que cobran vida bandidos de la misma estirpe de Robin Hood que escuchan la voz de Dios; generales que libran batallas imposibles en la maqueta donde purgan su retiro y esperan la muerte; poetas obligados a cuidar de sendos cadáveres mientras deben escribir su propia obra; así como los avatares de un joven conscripto en el terrible año de 1955 en que un golpe militar termina por defenestrar al General Juan Domingo Perón del gobierno para enviarlo a un exilio del que sólo volverá en los años 70 en medio de un tumulto que también recreará en La novela de Perón.

Si un escritor para serlo requiere de obsesiones que son a su vez señas de identidad de un país y sus circunstancias como marco referencial de su propia circunstancia individual, Tomás Eloy Martínez fue leal a su país y sus obsesiones y para ejercer esa lealtad escogió las formas de la literatura difuminando para siempre las fronteras entre géneros. No por un mero cumplido Gabriel García Márquez, uno de los primeros lectores de Santa Evita junto a Carlos Fuentes, dijo: “…es el mejor de todos nosotros” y ese nosotros, como se sabe, no era otra cosa que el boom latinoamericano.

Los últimos seis años de su vida Tomás Eloy Martínez cursó un cáncer letal que cegó su vida el 31 de enero de 2010; de eso han pasado ya diez años. Su obra, para entonces, era ya imperecedera tal y como Tinieblas para mirar, una lectura indispensable, lo confirma. No hay duda de que suplo cumplir así hasta el último de los momentos su compromiso con el oficio de narrar viviendo siempre en la cresta emocional de quien sabe que la literatura es la única riqueza perdurable de los seres humanos. (Tomás Eloy Martínez, Tinieblas para mirar, Alfaguara, México, 2014, 164 pp.).